Soy una becaria. Una becaria y
estudiante de periodismo, como cualquier otra. O quizá no. Porque han sido mis
primeras prácticas y no he estado explotada, no he tenido que hacer el trabajo
de 18 personas recién despedidas y mis tareas no se han limitado a poner cafés
o hacer fotocopias.
He conocido lo que hay detrás del
mundo de la moda. He tenido la suerte de conocer a diseñadores y sus diseños,
su arte, de primera mano. Me he enamorado de la ropa, de las modelos (más bien
de su altura), de los zapatos, de cada detalle de cada vestido, de cada tejido
y cada color. Me he enamorado del trabajo que he hecho. No tanto de las drama
queen, ni de esas personas que te miran por encima del hombro, ni de ese primitivo
concepto de “o llevas un CH o no eres nadie”. Ni si quiera de los heteros que
se hacen pasar por gays porque si no, no encajan bien en el fashion world.
He conocido el antes, el durante
y el post al preparar un evento. Me he enamorado del estrés en el Showroom CyL de Valladolid para que todo estuviera listo no, a la perfección.
Ese no parar, ese continuo nudo en el estómago que se repitió en la Semana de la Moda de Valencia. Y más ropa
y desfiles, pasarelas, carreras, estrés, nervios. En definitiva, todo ese
magnífico trabajo que hay escondido y que tan poco se valora. Bajo los focos,
en el backstage. Toda esa entrega y pasión. La seria, la positiva, la real.
Esta es una etapa que se acaba. ¡Y
qué melancolía me entra al decirlo! Siempre me quedaran los buenos recuerdos.
Algo efímero y a la vez eterno. Algo dulce y radiante. Pero sobre todo, me
llevo una lección muy grande: la necesidad de creer en uno mismo para trabajar,
para crear.
Muchísimas gracias.
Virginia Manrique Sinova
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